Las pozas de Peraltilla

Se conocen como pozas en nuestro pueblo, los depósitos de agua construidos al aire libre en grandes piedras de arenisca, lo que aquí denominamos “peñones”.

Estos depósitos se excavaron a mano vaciando la piedra con las herramientas propias de los tiempos de los que datan: picos, escoplos y mazas. No se sabe a ciencia cierta la época en la que fueron construidos, pero sin duda tienen unos cuantos cientos de años y se les supone un origen ligado a la dominación islámica.

Los peñones citados, son estratos de piedra arenisca sedimentados durante el Oligoceno Superior y fuertemente inclinados hacia el sur. Esta línea de areniscas tiene más de cien kilómetros de longitud en dirección NO–SE y van desde el término municipal de Abiego hasta la provincia de Lérida; se le conoce en geología como “Formación Peraltilla”.  A lo largo de esta línea de piedras existen innumerables depósitos de este tipo construidos por la mano del hombre. Solamente en la población de San Esteban de Litera hay más de 50.  En Peraltilla contamos con tres buenos ejemplares.


Poza de Malo


Poza de Carbón


Poza de Algayón


Pascual Madoz, en su diccionario histórico-geográfico-estadístico (1845-1850) al describir algunas localidades con depósitos similares, hace referencia a las aguas que beben los vecinos y en las que abrevan los animales: “aguas pluviales que recogen en aljibes, abiertos en las peñas de los montes”.  Madoz aporta el dato de que esta agua de lluvia recogida en estos depósitos era utilizada no solo como agua de boca, cosa habitual en las zonas de escasez de manantiales o de agua potable, sino también para regar campos: “este beneficio se les dispensa a brazo, extrayendo el agua por medio de cañolas de los aljibes en que se recogen las de las lluvias”.

En una zona tan seca como la nuestra, la mano del nombre decidió aprovechar los recursos naturales que tenía a su alcance, en este caso el agua de lluvia.  Las características físicas de esos peñones de gran superficie y posibilidad de ser excavados, fueron aprovechadas por nuestros antepasados para construir esos depósitos por el sencillo pero costoso método de romper y vaciar parte de la piedra.  El depósito o poza está en la parte inferior del peñón y recoge el agua de lluvia de la parte más alta que actúa como área de recepción y se conduce a ella a través de una o varias canalizaciones picadas en la propia piedra. 

Tienen forma prismática, con base rectangular y de dimensiones variables dependiendo del tamaño de la piedra.   Su fondo es plano con una ligera inclinación hacia uno de los lados para permitir aprovechar fácilmente la totalidad del agua.  Tienen unos peldaños tallados en la parte interior del mismo depósito que permiten acceder al agua sea cual sea el nivel de llenado. Al pie de esa escalera tienen una especie de cazolera para poder recoger toda el agua fácilmente cuando se agota.

Una vez almacenada el agua de lluvia, las materias en suspensión se depositan en el fondo, quedando el agua limpia y relativamente fresca.  Para beber se introducía un recipiente en la poza, moviéndolo en círculos para apartar los insectos y otros impurezas que flotaban en el agua.  Para los animales existen unos pequeños depósitos a una altura más baja que la poza y que se llenaban con el agua de ésta. Las caballerías tenían así un fácil acceso para abrevar.
En la actualidad se encuentran en desuso y al no mantenerlas limpias, su fondo se ha llenado de tierra y en ellas ha crecido vegetación, además de estar ocupadas por ranas.  En verano con la falta de lluvia suelen secarse. Este año 2018 las visité para realizar unas fotografías para este artículo y a fines de julio estaban completamente llenas, señal de que este año la primavera ha sido lluviosa. 

Las personas mayores todavía recuerdan su importante papel como puntos de agua en pleno monte para abrevar las caballerías y para apagar la sed de las personas, aunque su gusto no era agradable debido a que el agua de lluvia tomaba el sabor de la piedra.  Esas pozas no eran consideradas propiedad privada del propietario de la parcela donde estaban ubicadas sino que se consideraban de utilidad pública como el resto de fuentes y balsas que había por el monte. Cualquier vecino que necesitara aprovisionarse de agua acudía a ellas.  Desde tiempos remotos y hasta la década de 1950, los labradores y los animales pasaban todo el día en el monte y el agua era un elemento escaso e imprescindible.  Estas pozas cumplieron un importante papel como puntos de aprovisionamiento de agua, juntamente con manantiales, fuentes, balsas y balsetas que no abundaban en nuestro término municipal.
Las tres pozas de Peraltilla son las siguientes:


Poza

Longitud (m.)

Anchura  (m.)

Profundidad (m.)

Capacidad (litros)

Malo

5,50

2,80

1,55

24.000

Algayón

6,00

2,55

0,95

14.500

Carbón

5,14

2,60

1,88

25.000

Llama mucho la atención conocer cómo se las tenían que apañar nuestros antepasados para sobrevivir en un medio tan seco como el nuestro.  Hoy en día, nadie nos atreveríamos a beber el agua de esas pozas, a pesar de saber que todas generaciones anteriores a la nuestra lo hacían de forma habitual. 

Las tres pozas son visitables, tienen un fácil acceso, están cerca de los caminos respectivos y se encuentran en buen estado. Están a una distancia de entre 3 y 4 kilómetros del pueblo y relativamente cerca entre sí.  Una visita en plan caminata es muy recomendable para conocer un poco mejor el entorno y la historia de Peraltilla.

Eduardo Budiós Tuá
Agosto de 2018